Ángel Lumbreras, retrato fotográfico en crudo.

El retrato de una persona, mediante la fotografía, es un ejercicio de diálogo sin palabras, pero lleno de conversación. Retratar a una persona conlleva situarla frente a la cámara, un objeto frío, coincidente en esta ocasión con el espacio oscuro e invadido por un mes de diciembre inusual, que se colaba sin remedio en la estancia y se desparramaba por suelo, techo y paredes, impregnándolo todo con su denso letargo. Retratar consiste en encontrar una esquiva combinación de belleza y verdades que emanan inconsciente e incontrolablemente de la persona retratada. Verdades desde las que como en esta sesión fotográfica, flotan las ideas, los proyectos y los futuros imaginados que únicamente serán si se trabaja duro y se abre la mente y el corazón a la creatividad, y a las emociones que nos diferencian de los demás.

La sobriedad del momento, el invierno en el exterior, la silenciosa oscuridad, la vida rutinaria y el trabajo habitual al que a veces nos empuja la cruda realidad que, desafortunadamente, tan poco espacio deja para el auténtico yo en toda su extensión, marcaron el carácter de estas fotografías y retratos que, sin embargo, se tornaron en una pequeña burbuja de creatividad, como una tenue luz de esperanza sobre ese intenso y oscuro telón de fondo.