Hiper Urbanas

Los límites de lo urbano

Álvaro Bueno

Fotografía urbana documental
en la frontera con el paisaje.

Hiper Urbanas es un proyecto de fotografía urbana y documental sobre una serie de edificaciones semi-abandonadas, atravesadas por el silencio, la melancolía y una insólita belleza de conjunto, en el entorno del término municipal de la villa de Gallur.

Hiperurbanas. Los límites de lo urbano. Álvaro Bueno.

¿Qué es lo hiperurbano?

Es el espacio constantemente creciente que está más allá del espacio urbano en todos los sentidos, es el espacio físico y emocionalmente abandonado donde lo urbano deja de serlo cuando el ser humano lo deshabita, convirtiéndose en un entorno en el que las edificaciones y el mobiliario que queda, son simples esqueletos sin función aparente, sin utilidad clara para el desarrollo social. Es un limbo entre lo urbano, donde sus habitantes articulan y desarrollan sus vidas y economía, y los entornos naturales o agrícolas, agrestes o vacíos. Lo hiperurbano es un espacio que antaño fue vital por diversos motivos y que, en la actualidad, o es absorbido por el nuevo espacio urbano, o poco a poco desaparece de la memoria colectiva, quedando relegado a ser un lugar apenas frecuentado y en proceso de desintegración entrópica, el cual se transforma a medida que se olvida. Este espacio, restringido por el difícil acceso al mismo, o en ocasiones por la lejanía o una muy mala habitabilidad e incomodidad para estar, se desgaja paulatinamente de lo urbano, para ser lentamente digerido por los elementos, derruido por el tiempo y retomado por la vida natural.

¿Son estos intentos humildes de lo urbano, en la frontera con el paisaje, la huída para no enfrentar lo desconocido que surge en la noche oscura?

¿En qué consiste este proyecto de fotografía?

Hiper Urbanas es un proyecto de fotografía urbana y documental desarrollado intermitentemente a lo largo de varios años desde el año 2014, sobre una serie de edificaciones semi-abandonadas y muy poco utilizadas, en un escenario accesible a pie o en bicicleta, bien acotado, abarcable y mensurable para una sola persona, concretamente en el término municipal de la villa de Gallur. Formando parte de la Ribera Alta del Ebro, esta villa se encuentra en la provincia de Zaragoza, Aragón, España, y se asienta a caballo entre el río Ebro y su entorno cercano más recogido, y la aridez del monte expuesto a la intemperie, mucho más desoladora. Las edificaciones hiperurbanas documentadas en este proyecto, se caracterizan por ser en general visualmente simples y austeras, y estar construidas con materiales bastos, baratos, básicos o locales, extraídos sin excesiva manipulación, incluso del propio entorno en el que se ubican. Las imágenes que conforman este proyecto fotográfico son el documento de una serie de islas metafóricas de lo urbano, atravesadas por el silencio, la melancolía del abandono y la despoblación, y una insólita belleza de conjunto.

La estética y la técnica frente a la imagen documental.

La estética que caracteriza este proyecto fotográfico es muy simple, ya que mientras la belleza individual de cada una de las edificaciones fotografiadas es subjetiva y cambiante, e incluso puede no haberla en absoluto, la belleza del conjunto de estas y la repetición, así como la constancia visual y una proposición formal en cuanto al tipo de plano, permite enmascarar en gran medida la presencia del observador. La idea de la continuidad visual es la que da verdadera forma a la serie fotográfica, capturando elementos desiguales en diferentes parajes pero logrando uniformidad visual a lo largo del proyecto. La técnica utilizada está desprovista completamente de artificios, ahondando más si cabe en la intención documental y evadiendo cualquier pretensión estética o emoción subjetiva del momento. Una correcta exposición y una profundidad de campo suficientes, junto con un acercamiento frontal y natural, son más que suficientes para lograr coherencia en todas las fotografías. En definitiva, la constancia es uno de los valores de la fotografía documental de este proyecto.

Un proyecto de fotografía accesible.

Gallur es un pequeña población a la que estoy unido desde niño por motivos familiares y vivenciales. Aunque recorrida en infinidad de ocasiones desde que tengo uso de razón y memoria, no es sino hasta mi regreso a España desde Londres, en el Reino Unido, por motivos laborales, en diciembre del año 2013, cuando comienzo un proceso de exploración sistemático del entorno que la rodea. En el año 2014, lejos ya del ruido ensordecedor de la megápolis londinense, pero influido y cuestionado por los contrastes urbanos que encuentro allí, continúo realizando y tratando de responder las mismas preguntas en Gallur.

El término municipal de Gallur, con 41,71 kilómetros cuadrados, tiene varias zonas muy diferenciadas y el acceso a pie o en bicicleta a estas zonas es posible.

Lo hiperurbano es común a todos los entornos urbanos.

Lo hiperurbano, fácil de ver pero difícil de mirar, suele pasar desapercibido entre lo cotidiano, y como no tiene voz en la rutina habitual, quiero tratar de desvelar, desde un punto de vista arquetípico, dónde se encuentra realmente para que, cualquiera que mire con atención lo pueda descubrir y documentar también.

Lo hiperurbano existe siempre en la frontera habitacional y psicológica con lo urbano, que es donde viven la mayoría de las personas, y además con independencia de lo denso que sea ese tejido urbano. Lo hiperubano aparece atomizado irremediablemente en los espacios deshabitados del paisaje natural o el agrícola más costumbrista, en forma de edificaciones viejas, casetas, muros y paredes en proceso de derrumbe, remolques oxidados, contenedores efímeros, almacenes vacíos, pero también dentro de los propios entornos urbanos, en forma de viviendas deshabitadas desde hace tiempo, solares, antiguos talleres y fábricas e industrias abandonadas entre otras.

Hiperurbanas. Los límites de lo urbano. Álvaro Bueno.

Conclusión, entre lo visceral y lo racional.

El crecimiento constante de lo hiperurbano se da a medida que lo urbano también se extiende. Ante esta conclusión tan sencilla surgen una serie de pensamientos y preguntas ligadas a los problemas y actitudes sociales actuales frente a los mismos. Pensamientos como, ¿qué pasa con los usos inapropiados de la tierra y el espacio físico, la especulación inmobiliaria y su sed expansiva, incluso en los límites de lo urbano con la naturaleza, desestructurando la idiosincrasia de las poblaciones y su relación tradicional con el entorno que las rodea? ¿Qué pasa con la parcelación y la división incoherente de la tierra y la aparición de dudas sobre el entorno que habitamos los individuos y por consiguiente, ante lo hiperurbano y su, en muchas ocasiones, desolación e inhospitalidad? ¿Qué ocurre con la deforestación de lo natural y la agricultura no planificada que conlleva la presencia distorsionadora e intermitente del ser humano y su ruido? ¿Qué pasa con la inconsistencia de los planes urbanos, el derrumbe de lo construido, la imposibilidad física, política o mental de las sociedades para afrontar la restitución consciente y ecológicamente responsable del espacio robado a la naturaleza?

Con la disección espacial y temporal realizada mediante la fotografía documental de las edificaciones hiperurbanas, además de los pensamientos, preguntas y preocupaciones prácticas, ecológicas o políticas, entro de lleno en una serie de pensamientos mucho más antropológicos, que surgen en el momento de enfrentarme al espacio hiperurbano en solitario, durante las largas marchas o rutas por el paisaje que construye el término municipal de Gallur.

Al igual que para las anteriores preguntas, tampoco tengo la capacidad de responder con justicia a las siguientes, ¿dónde surge el deseo de la protección y el deseo de cubrirse para sentirse seguro? ¿Son estas edificaciones en medio de la nada, el resultado del deseo del ser humano de escapar de la tierra y de su propio destino, así como de su origen y de su final? ¿Qué ocurre con la búsqueda primitiva de la guarida? ¿Qué es eso de la contemplación y la necesidad inconsciente de la reclusión del cuerpo y la mente en un espacio finitamente palpable? ¿De dónde surge la necesidad irracional del poder con el que controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor? ¿Es posible y real la intención de alejarse de lo natural mediante unas paredes que nos distingan? ¿Calma el techo o una puerta que dominar con la mirada o las manos, el miedo a los elementos como la tormenta, el rayo o el trueno? ¿Son estos intentos humildes de lo urbano, en la frontera con el paisaje, la huída para no enfrentar lo desconocido que surge en la noche oscura?