Un instante a la luz de los árboles.

Un instante a la luz de los árboles.

Cuando la alegría se destila desde la naturalidad, un instante entre Raquel y Guillermo.

El verano ha traído de nuevo un extra de luz al húmedo norte atlántico, desparramándola entre días de nubes la mayoría de las veces, y también algunos días cálidos de alegre sol que, poco a poco se van acortando, al igual que el verde, que a pesar de las habituales lluvias, ya agostado nos traslada lentamente hacia las puertas del otoño.

La naturaleza nos hace sentir el suelo que pisamos lejos de artificios humanos, mientras, los árboles silenciosos, mecidos por la brisa suave de septiembre, nos susurran entre claros y sombras una especie de «eses» ininteligibles que nos llenan el corazón.

Estos evocadores susurros nos trasladan a un instante donde el tiempo se detiene, permitiendo detalles de alegría sinceros, sin tapujos, inalterados a pesar de observarlos. Una suerte de instante máximo, como si de una cajita llena de lo más confidencial surgieran las sonrisas y emociones más sinceras inimaginables.

¿Recuerdas ese instante en el que entre nuestras frentes apoyadas saltaban chispas? ¿Recuerdas esa paz y esa certidumbre absoluta?